37-REALIDAD
ESTRUCTURAL DEL COSMOS
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"Empecemos con una pregunta
engañosamente simple: ¿qué significan esas palabras tan conocidas <<parte>> y <<todo>>?
La <<parte>> transmite el significado de algo fragmentario e
incompleto, que por sí mismo no tiene derecho a reclamar una existencia
autónoma. Por otra parte, se considera que un <<todo>> es algo completo en si
mismo que no necesita mayores explicaciones. Sin embargo, pese a estos hábitos
de pensamiento, tan profundamente enraizados, y que se reflejan en algunas
escuelas filosóficas, las <<partes>> y los <<todos>>,
en sentido absoluto, no existen en ninguna parte, ni en el campo de los organismos vivos ni en
el universo entero."
Arthur Koestler (En busca de lo absoluto)
Los rasgos fundamentales del desarrollo cósmico están determinados en todo
momento por la construcción, el crecimiento y la evolución. La aplicación conjunta del orden y la medida en contextos
cada vez más amplios y en formas más complejas, nos lleva a la noción de estructura. Cuando
decimos que algo se estructura, queremos expresar implícitamente que las partes de una obra, de un cuerpo o de un sistema se distribuyen y ordenan siguiendo
ciertas pautas. Ocurre que esta palabra se
trata ahora como un nombre, pero la partícula latina ura
(como nos recuerda David Bohm) significaba más amplia y originariamente la acción de hacer
algo. Lo
importante es que de una estructura pueden derivarse ciertas consecuencias
estrechamente vinculadas a ella. Dado que todas las estructuras contienen información, el que esas consecuencias
surtan efecto o no, dependerá del entorno en que se halle la estructura. Para poner
énfasis en que hoy en día no nos estamos refiriendo principalmente a un producto terminado (nada
lo está en el cosmos) o a un producto último, podemos
recurrir a un
verbo nuevo, tal como nos sugiere el mencionado Bohm. Él lo denomina estructar, que significa
"crear" y "disolver" lo que habitualmente llamamos
estructuras.
En toda evolución el principal fenómeno que tiene lugar es la formación de estructuras. La estructura y la conducta de un organismo no pueden explicarse sólo por procesos
psico-químicos elementales, pues nos encontramos ante una jerarquía constructiva, estratificada en múltiples
niveles de subtodos que podrían asemejarse a una representación en
forma de diagrama piramidal, en la que las partes formarían
nudos y en
la que las líneas de ramificación representarían los canales de comunicación
y control. Pero estamos hablando ya de un nivel muy complejo de estructuración.
El proceso de una primera integración
lo
protagonizan las partículas elementales, que se combinan formando átomos. Esto
supone ya el comienzo
de estructuras que estarán en el futuro en constante crecimiento. Sus componentes se combinan al azar, sin que eso
quiera decir que todas las combinaciones sean posibles. Entre esos elementos
básicos existen relaciones que no permiten ciertas "continuidades" ni la formación de
ciertas estructuras. En realidad, tanto si se trata de las primeras fases de la estructuración,
cuando intervienen partículas subatómicas, átomos y moléculas, como cuando se habla de células, tejidos, órganos,
sistema de órganos, e incluso de organismos completos, es el orden y la medida los que posibilitan en todo momento la descripción y comprensión de los procesos de estructación.
Consideremos, por ejemplo, la construcción de una mesa, una casa, un barco, una ciudad, etc.
Los ladrillos, las piezas de madera, o las planchas de metal,
deben ser apilados y alineados con un orden y unas medidas ajustados a las dimensiones adecuadas para levantar paredes sólidas. Las paredes se elevan
ordenadamente con unas medidas apropiadas para ir superponiendo pisos, que, a
su vez, permitirán que un edificio crezca armónicamente hasta constituir, por
ejemplo, un
rascacielos gracias a una organización armoniosa de elementos dentro de los límites que les imponen
determinadas medidas. La totalidad del orden que se obtiene, subsume en su seno otros órdenes
no menos importantes que el que se contribuye a crear. La
organización se estructura propagándose en niveles, al tiempo que se extiende
por ellos. Todos
los rasgos de una estructura entran
en juego juntos de manera coherente. Tan es así, que se puede decir que las estructuras
influyen directamente en la formación de nuevas estructuras. De hecho, tal como nos
dice D. Bohm, la raíz griega de la palabra organizar, ergon, deriva de un verbo que significa
trabajar. Es decir, los elementos
estructurales trabajan juntos en todos los casos. El desarrollo de estructuras se basa en procesos de
integración escalonados y continuos. Tanto da
que hablemos de biología o de física. Las nuevas unidades
producto de una integración, pasan a ser los elementos básicos de la
siguiente fase o integración. Podemos
describir la
materia genéricamente, como constituida por
elementos muy pequeños (átomos o moléculas) que se organizan trabajando juntos hasta
formar células
o
planetas, órganos o estrellas, seres vivos individuales o galaxias, sociedades
animales o nidos
de galaxias (cúmulos gigantes de galaxias). Lo fundamental es
recalcar el
aspecto dinámico de la estructación, sin que haya distinciones demasiado
importantes que hacer entre la naturaleza inanimada y los seres vivos.
Las múltiples
integraciones que llevan paso a paso y necesariamente desde una situación inicial
completamente simple, hasta la formación de una enorme diversidad
de estructuras más complejas, son una manifestación de un cierto proceso de automatismo en la organización de la materia. La auténtica limitación a que se ven sometidas las estructuras que se
construyen, crecen y evolucionan es la que imponen los órdenes y las medidas que subyacen en ellas. En cada fase de integración los nuevos entes presentan
propiedades nuevas que no pueden explicarse por la suma de propiedades de sus componentes, sino sólo como
consecuencia de la nueva estructura que ha surgido a partir de la unión de unas partes previas.
De ese modo, nuevas clases de estructuras vendrán dadas por los nuevos órdenes y medidas que vayan
surgiendo en los
procesos de organización que se suceden. En
ese sentido, las hipótesis de estructura nos permiten pronosticar la existencia o
inexistencia de ciertas cosas y propiedades, bien sea en el futuro, bien en el presente o en el pasado. Su importancia puede ser tal, que superen las predicciones
cuantitativas más exactas.
Un punto importante a
subrayar es que cada miembro de esta jerarquía constructiva, se encuentre al nivel que se encuentre, es
una
estructura estable e integrada provista de sistemas de autorregulación y que goza de un considerable grado de
autonomía. La
naturaleza fundamentalmente dinámica de la estructación no siempre fue reconocida así.
La física clásica
se caracterizaba por el uso de determinadas coordenadas cartesianas y por una idea del orden absoluto y universal del tiempo, que además era
distinto e
independiente del
orden del
espacio. En el
marco de la
física clásica se contemplaban, pues, unos ciertos tipos de orden y
medida básicamente descriptivos. La estructura clásica se
basaba en la
posibilidad de estudiarlo todo en partes separadas consideradas como elementos
constituyentes. Implicaba además el carácter absoluto del llamado orden y medida característicos de la geometría de Euclides. Tanto si se trataba de cuerpos
pequeños casi rígidos como si eran partículas sin extensión, se consideraba que
eran partes que se encontraban en interacción trabajando juntas.
En el pasado pues, solía considerarse que las estructuras eran
estáticas y
más o menos
completas y
acabadas. Pero una cuestión
importante es cómo se originan y crecen estas
estructuras, cómo
se mantienen y
finalmente desaparecen o se disuelven. Se ha podido observar, por ejemplo, como paso a paso, se
produce la
integración de los átomos y las moléculas. Y como en cada una de las etapas de combinación de los elementos básicos surgen nuevas unidades estructurales
que poseen nuevas propiedades y características. Si se
analiza más detenidamente, lo que sucede en la transición de la fase material o prebiótica a la fase biológica puramente
evolutiva, observamos también que en la solución primaria existe
ya una gran diversidad de estructuras moleculares (fundamentalmente,
nucleótidos y
polímeros de aminoácidos) que se enlazan formando agregados. Cada cierto tiempo estos agregados se desintegran, y sus componentes básicos, antes
o después, vuelven a asociarse con otros hasta formar
nuevos agregados. Más tarde vuelven a desintegrarse y a combinarse con otros elementos. Como consecuencia, el azar hará que se produzcan una gran diversidad de estructuras
distintas entre si. Pero análogamente a lo que ocurre en el orden, tampoco puede darse una definición completa de la estructura (todo lo más del "estructurando" como algo que se va haciendo).
Es una ilusión suponer que en un momento dado se puede abstraer una estructura apropiada
como relevante e idónea. Sólo a
posteriori, podemos decir que, a lo largo de muchos millones de años
seguirán produciéndose combinaciones de agregados que posteriormente volverán a
desintegrarse.
Pero, ¿que ocurre en un momento dado de la historia prebiótica? Sucede
que por azar surge una estructura extraordinariamente grande, en la que sus componentes
básicos guardan una determinada relación interna. Se produce una interrelación y coordinación muy especial que hace posible la autoduplicación del agregado, o lo que es lo mismo, adquiere la capacidad efectiva
de realizar una copia de si mismo. Por
tanto, ¿que ha sucedido a nivel teórico?
Pues que al ampliarse el campo de desarrollo del "estructurando", se aprecian los límites de la validez de la abstracción que teníamos establecida y han de incorporarse
nuevas ideas. De manera que las abstracciones de la materia periódicamente se van renovando. Si los antiguos griegos elaboraron una abstracción en la que consideraban que
la materia
tenía una
estructura continua, más tarde se abría paso la
abstracción de una estructura de partículas
discontinuas. Aunque eso supusiera un avance, durante el siglo XIX la ciencia tuvo que
liberarse de los conceptos mecanicistas
que, más o menos, veían un mundo de átomos
colisionando en trayectorias definidas como en
una mesa de billar. También esta noción fue superada,
proponiéndose estructuras de campo continuo más complejas. Sin embargo, sería la llegada de la mecánica cuántica la que originó una superación en las dicotomías de lo continuo y lo discontinuo. En el futuro, es posible, que puedan surgir nuevas nociones de
estructura y
"estructurando" a medida que el contexto se amplifique todavía más.
La mente para realizar
un análisis
conceptual de lo que se entiende por estructura, debe reconocer en ella el orden, la disposición, la organización y la conexión de los elementos más
sencillos que la integran. Los elementos no tienen por qué ser necesariamente entidades
físicas separadas o individualizadas. En un nivel profundo hay que prestar atención al conjunto estudiado y eso servirá de guía al propio pensamiento,
que, a su vez, abstraerá elementos nuevos inspirados en la estructura que ha
surgido. El
uso del lenguaje
cinematográfico, por ejemplo, puede poner de relieve como término de
comparación, el
orden cuidadosamente representado, reflejado, reestructurado, que hay en una película. Los personajes
participantes, las situaciones creadas, la
trama, las escenas de acción, los encuadres de las cámaras, la iluminación, la ilación musical a lo largo del film, en fin, la "atmósfera" recreada, etc., componen distintos subórdenes o elementos que no
acertaríamos a desglosarlos del todo. La composición artística lograda puede llegar a ser de tal
naturaleza, que todos los subórdenes estén disueltos sutilmente por todos los niveles de la estructura
surgente.
En definitiva, lo que se quiere recalcar es que se necesita una conexión entre los
elementos participantes en una unión estructural que no tiene por que ser meramente física y próxima. Se pueden crear estructuras de contacto mediato no local,
en las que, los
elementos se encuentran organizados de manera extremadamente dinámica.
Desde ese punto de vista, todo el universo puede
considerarse como una realidad estructural. Pensemos en la distribución de los astros en el seno de las galaxias o en la de los planetas en los sistemas solares a que
pertenecen. Incluso podemos fijarnos en las relaciones
estructurales de los átomos y las partículas subatómicas. Cuando
se trata de seres vivos, el proceso de organización se distingue por su mayor
complejidad y
dependencia de varios sistemas, entre los que destacan el sistema nervioso y el cerebro. En el rango de los sistemas vitales,
encontramos no sólo muchos ordenes y disposiciones interrelacionados, sino que éstos se
encuentran también conectados a una totalidad. Ésta se organiza en torno a determinados
procesos metabólicos en los que los seres se forman, se desarrollan y, llegado cierto momento, mueren. Las moléculas de ADN son las encargadas de portar la información y las instrucciones que se precisan para el crecimiento, el mantenimiento, las reparaciones y la reproducción de las estructuras
vitales. En el caso de los embriones, estas propiedades de autorregulación aseguran
que, a pesar de los accidentes de cualquier clase que pudieran darse durante
el desarrollo,
el producto
final se atendrá a las normas que hay marcadas. Millones y millones de células
se dividen, se mueven y se diferencian sin que sea necesario suponer que tiene
que haber dos embriones iguales (aunque sean gemelos idénticos) que se forman
de manera exacta. Las desviaciones de la norma son excluidas por
los sistemas
de autorregulación, de tal modo que garantizan, por así decirlo, el resultado que deba darse.
Ese resultado final se debe a que los sistemas de
autorregulación se comportan en la práctica como los aparatos de retroalimentación homeostática del organismo adulto. En
juego hay un
auténtico canon genético de reglas, que, además de ser fijas permiten que haya
espacio para elecciones alternativas, o sea, que se produzcan estrategias de adaptación guiadas
por retroalimentación y señalizaciones externas que proceden del medio ambiente. Pero los niveles de organización no se quedan ahí. Con los seres inteligentes aparecen otros que
incluyen numerosos tipos de estructuras variadas, como el lenguaje, la ciencia, el arte, la organización social,
etc., cada uno de ellos con órdenes y conexiones capaces de
desarrollar un potencial insospechado de posibilidades.
Ahora bien, si las estructuras se forman en un proceso en el que las relaciones de unos tipos se entrelazan con relaciones de otros tipos, mientras que la totalidad
resultante se organiza según otras relaciones, y así de modo indefinido,
¿qué papel representa el reduccionismo y el holismo en su análisis
interpretativo del mundo?
Los reduccionistas se aplican
al despiece de la realidad con ánimo esencialmente
mecanicista. Eso no tendría excesiva importancia si fueran capaces de sacar las consecuencias
necesarias, e
integrasen de nuevo los componentes para darles su auténtico significado en el nivel de orden inmediatamente superior. Pero generalmente no suele ocurrir así, sino que se limitan
a descomponer los sucesos complejos en cambios de lugar de entidades
hipotéticas imperceptibles. Según ellos, el término "superior" solo quiere decir que es más
complejo pero no que goce de más cualidades diferenciales específicamente. Si
se toma como tesis epistemológica, los reduccionistas pueden llegar a postular un orden jerárquico de las distintas
disciplinas científicas. Así, suelen
considerar a la física, como la primera y principal de ellas. A ésta, según ellos, están subordinadas en orden de importancia decreciente, la química, la biología, la psicología, etc.
También se ha tratado frecuentemente, el reducir la psicología a los términos y conceptos de la neurofisiología. Tal cosa, han hecho, por ejemplo entre
otros, I. P. Pávlov y J. B. Watson, que dieron a la psicología un estatuto de ciencia
provisional a la espera de que pudiera
integrarse totalmente en la neurofisiología. Pero a
todos ellos se les puede decir, que no hay
nada en el análisis científico,
que obligue a reducir lo nuevo a lo viejo, ni tampoco lo desconocido a
términos que nos resulten familiares. La ciencia lo que trata de hacer es analizar lo complejo que aún no ha
sido entendido, mediante los elementos simples ya
entendidos, lo que no significa que
sea factible alcanzar la ambición
generalizada del
reduccionismo absoluto. Las propiedades de la materia no pueden
explicarse sólo mediante las estructuras
explicadas o
explicitadas. Esa limitación a las pretensiones del reduccionismo surge
porque los órdenes implícitos y generativos son
activos, incluso imperceptiblemente, en los niveles elementales fisicoquímicos de la materia.
Cuando se intenta explicar la complejidad, se practica una
reducción desde el punto de vista lógico o pretendidamente racional,
lo cual no
quiere decir que lo sea siempre en el plano ontológico. Porque, si bien es verdad que se puede derivar un enunciado particular de
otro general, no se pueden trasladar sin más miramientos las
propiedades de
una entidad de nivel organizativo inferior a otra de un nivel de
complejidad superior, como si ésta fuera un conglomerado en el que se suman las propiedades del nivel simple. Esto se ve muy claramente en los valores medidos de las propiedades
atómicas observables, que dependen no sólo
de los
propios objetos atómicos (como si fuesen reducibles a las propiedades
exclusivas de ellos) sino también de su interacción con el instrumento de observación que es de naturaleza
macroscópica. Aquí
se trata, pues, de la relación de "partes" y "todo"
teniendo en cuenta que no hay preeminencia jerárquica de niveles sino
adecuación entre ellos.
Cualquier teoría reduccionista sugiere que los adelantos en el conocimiento estriban
en una
unificación de los rasgos aparentes del universo, convirtiéndolos en otros que dan cuenta de él con
una gran
economía de medios. Según ellas, debe y puede revelarse la identidad extrayéndola
de la diferencia, o lo que es lo mismo, se puede llegar a la deducción de lo particular a partir de lo
general. Esa
búsqueda de la simplicidad se basa en la supuesta existencia de unas leyes fundamentales de carácter universal o unas sustancias
últimas, que tienen vigencia constante sean cuales sean los niveles de integración en que se encuentran los elementos estudiados. Su
idea proviene, seguramente, del tan extendido, como en nuestra opinión, criterio erróneo, de que
el procesamiento
de la
información consiste en condensar o reducir la información a lo verdaderamente importante o significativo. Dado que los órganos de la percepción desempeñan la
función de un tamiz que, de todos los innumerables estímulos procedentes del mundo exterior, selecciona sólo los que pueden tener
relevancia para el conocimiento transmitiéndolos al cerebro, se extrae la desmesurada
conclusión de que los órganos sensoriales posibilitan el establecimiento de un código de señales que
permiten describir el mundo exterior de forma exclusiva y extremadamente
simplificada. Pero una unificación
reductora, del conocimiento, además de ser
sumamente empobrecedora con respecto a la imagen formada del
universo, no se corresponde con la realidad. No es una
progresiva reducción lo que descubre la ciencia al inspeccionar el mundo, sino una creciente diferenciación. Una cosa sería, pues, la creciente unificación metodológica en el análisis, y otra muy distinta la
creciente diversificación de las técnicas analíticas. Ambas pueden ser eficazmente compaginadas de tal modo
que no cesen de encontrarse (así sucede) vinculaciones entre distintos sectores
sin exclusión de diferencias cualitativas.
En cuanto a la concepción holista de los fenómenos naturales no es más que la inversión
mecanicista interpretativa que hemos apuntado para el reduccionismo. Afirma que los elementos de una entidad orgánica cualquiera están condicionados por la totalidad, como ésta lo está por los elementos.
Siendo una verdad incuestionable la afirmación del párrafo anterior, sin embargo, no está incluida en él toda la verdad pragmática de la cuestión real. ¿Acaso los elementos no son, a su
vez, una totalidad digna de la mayor consideración?
La idea de que en el universo hay un orden no causal, holista, no se originó con la física moderna. El todo comprende a las partes, que a su vez constituyen el todo. El universo necesita de sus
átomos, tanto como éstos consiguen dotarse de una realidad concreta a efectos de la construcción del universo. Ni siquiera se puede
decir cuál de ambas entidades fue la primera en surgir. No se puede tener una cosa sin la otra. Lo cósmico y lo atómico, lo local y lo no local (lo
global), lo microscópico y lo macroscópico se confieren mutuamente una determinada entidad
y constituyen
aspectos diversificados, aunque estrechamente unidos, de la realidad. Todo eso es
cierto. La
vieja idea reduccionista que perseguía un orden inmutable del universo, o aún más, el establecimiento de ese mismo orden, ha sido desprestigiado por la física moderna.
Hay una unidad en el universo que es más profunda y sutil que una mera expresión de
uniformidad. Pero esa unidad debe ser analizada con más detalle que el que proponen las ideas holistas. La tesis epistemológica según la cual, las estructuras físicas
o los organismos biológicos o psíquicos deben ser
estudiados en cuanto totalidad organizada (el término holos, en griego significa <<todo o entero>>) y no en cuanto a la suma de las partes, en principio
parece más acertada. Al fin y al cabo, la antigua astrología
ya podía considerarse una "ciencia" holista. Su intento de descubrir un orden cósmico en el cual las cuestiones que atañen a los seres humanos se hallen reflejados en la organización
celeste, fue enormemente ambicioso y aún posee
numerosos adeptos entre los nuevos astrólogos. Pero
no hay manera de disponer de una "ley astrológica", pues además de que los elementos que componen las supuestas
estructuras celestes, son totalmente arbitrarios e ilusorios, una ley de esa
naturaleza nunca podrá ser contrastada repitiendo experimentos en una colección de
sistemas similares.
Sólo el estructuralismo comprende a ambas posturas, y ellas no le comprenden a él. La realidad es una estructura, pero no una suma de subestructuras. Es una adición de estructuras con sus
elementos básicos determinados y siendo dependientes de un espacio concreto. Se
ha hablado a menudo, de una analogía con el kantismo en la relación que el estructuralismo instaura entre la estructura y los elementos, la forma y el contenido, y lo que permanece constante y las diferencias empíricas, pero creemos que hay que
retroceder un
poco más en el
tiempo, hasta
encontrarnos con
la relación que instauró Spinoza entre la sustancia y sus modos. Las estructuras
naturales permiten su comprensión a medida que van surgiendo y están determinadas por
una
sucesión de coincidencias que son resultado de coincidencias anteriores. A su
vez, aquellas influyen sobre las probabilidades de existencia de posteriores coincidencias.
No hay incompatibilidad de lo dicho, con que los mecanismos de coordinación de los procesos bioquímicos sean
capaces de constituir un orden funcional muy complejo y
sofisticado. El orden biológico es "funcional" a fuerza de ser
"estructural". Lo que ocurre es que no siempre se reconoce en una función el tipo
de relaciones que hay establecidas. En ese caso habría que centrarse en los procesos de estructuración que se van sucediendo.
Recordemos la célebre frase de Crick (codescubridor de la "doble hélice" del
ADN, junto con Watson): "Si no
entendéis una función, estudiad una estructura".
Cierto
es que el "estructuralismo" ha sido
despreciado con frecuencia como si se tratase
de una teoría pseudocientífica que
caricaturizase cualquier parcela del saber
humano. También es verdad que durante la década
de los sesenta del
pasado siglo, se vio disperso entre movimientos de distinto signo: filosóficos,
científicos e incluso de crítica literaria,
que lo convirtieron en algo banal.
Es evidente que toda
realidad está estructurada tanto en física, como en química, como en economía,
etc.; si no fuera así nada tendría consistencia ni podría ser objeto de análisis. Hemos de
convenir, sin
embargo,
que eso es decir muy poco.
Lo estructural se
caracteriza por las relaciones internas que lo regulan. Esas relaciones
pueden implicar las más severas y asumidas restricciones y al mismo tiempo suelen suponer la existencia de diversos
grados de libertad, de manera que el azar sea capaz de desempeñar el papel que le imprime su imprevisible
esencia constructiva. Toda estructura lo es,
en función de otras estructuras, bien sean adyacentes o subyacentes. Hay que hacer una salvedad, y es que esta interpretación no podría adaptarse enteramente al mundo cuántico. En él las partes están en
interacción con el
todo, mientras
que el todo no se refiere exclusivamente al dispositivo
experimental. A pesar de ello y como manifiesta John
Gribbin, "el
término holista se ha convertido en una palabra de uso tan equívoco que se hace dudoso adoptarlo.” No en vano, la frase de Crick antes
mencionada tiene su enjundia, puesto que su conversión a la biofísica estuvo
directamente inspirada directamente por Schrödinger, y el trabajo que condujo al descubrimiento de la "doble hélice" del
ADN se llevó a cabo bajo la experta dirección de Lawrence Bragg, físico inglés que
llevó a cabo muchas investigaciones sobre los rayos X.
Para anudar el lazo faltante entre el enfoque atomista y el holismo, Arthur Koestler
propone el
término holón, (del griego holos que significa todo y el sufijo on que
significa partícula o parte) que vendría a designar a las entidades situadas
en niveles intermedios de cualquier jerarquía, a las que se puede describir como todo
o como
parte, según se consideren desde abajo o desde arriba (con relación a los citados niveles). Está
claro que todas las estructuras de la naturaleza tienen una disposición espacial y que influyen directamente en la formación de nuevas estructuras. La ampliación progresiva
de unas y otras a través de los procesos de integración
se produce muy lentamente. Sin embargo, la tendencia asociativa es tan grande que no es infrecuente la toma de atajos en el largo camino hacia la constitución
estructural. Pensemos en el caso de los cristales, que se
organizan en estructuras regulares que implican fuertes restricciones y exigen un orden con un alto grado de
perfección, aunque no conducen directamente
a formas y
estructuras superiores.
El principio básico de una evolución
estructural consistente reside en la configuración de nuevas estructuras con un grado mayor de complejidad, cosa que sólo puede lograrse
paso a paso, a lo largo de procesos de
integración escalonados y continuos. Las nuevas unidades que son resultado de una integración, se
constituyen en los nuevos elementos básicos de la siguiente integración o fase. En el caso, por ejemplo, de la estructura final de
una
molécula no se produce una unión simple de partículas elementales <<molecularismo>>, sino
que es necesaria la asociación de elementos previamente construidos <<molarismo>> que llamamos, átomos. Como
hay un
desarrollo jerárquico en el proceso de estructuración (o estructación, si somos más
puristas), las moléculas más grandes no se producen por una continuada
incorporación al conjunto
de átomos individuales, sino que deben utilizar las moléculas más pequeñas como elementos intermedios y necesarios para el surgimiento de unidades
de mayor complejidad.
Lo que podemos observar en la naturaleza puede igualmente contrastarse matemáticamente.
Esto es, una formación jerárquica conduce con gran rapidez a la obtención de una complejidad
estructural. En el proceso de combinación, la diversidad de estructuras ha crecido hasta alcanzar
proporciones imposibles de imaginar. Tal diversidad es el resultado de múltiples
integraciones que son manifestaciones del proceso natural de organización de la materia. Las propiedades de
estas partículas elementales, aparentemente simples, son las que determinan la posibilidad de llegar a estructuraciones complejas y a una gran diversidad de
propiedades de las moléculas, ya sean grandes o pequeñas. Lo que se nos indica, en definitiva, es que hay un orden generativo más profundo, común a la materia animada e inanimada.
Con esto no se quiere
decir, con
mentalidad reduccionista, que las propiedades biológicas de la materia puedan deducirse de
unas
determinadas propiedades químicas, ni éstas de unas determinadas
propiedades físicas que hayan podido observarse. En cada paso organizativo o fase de integración, las nuevas asociaciones gozan de nuevas propiedades que no
pueden ser explicadas por las sumas de las propiedades de sus componentes, sino que hay que recurrir a
las nuevas
propiedades surgidas del proceso de estructuración que tiene como fundamento la unión de esas partes más
simples. No es preciso para ello recurrir,
por ejemplo, a una teoría fundamental
todavía más microscópica y reduccionista que la teoría cuántica, que nos dejaría sumidos en la misma perplejidad. Es
mejor admitir que dentro del orden global, hay sitio para nuevas fuentes de
información, que cobran vida o se activan en los diversos estados por los que pasa la materia.
La naturaleza de las partículas
elementales facilita la integración de nuevas unidades con sus
correspondientes características. Sus propiedades intrínsecas son las que permiten
llegar a crear estructuras mediante procesos de integración que, renovadamente desencadenan otros procesos, que dan lugar a nuevos órdenes estructurales dotados de
propiedades capaces de generar otras agrupaciones estructurales, y así indefinidamente. Entonces
es cuando podemos entender de forma natural que la totalidad de los seres vivos, e incluso de la consciencia, es lo mismo que cuando
entendemos la
totalización de una molécula o de un material superconductor, aunque la vida sea muchísimo
más compleja que una simple organización molecular e increíblemente más
sutil que el
más sofisticado de los sistemas superconductores. El universo, en definitiva, envolvente
de todo cuanto ocurre, se reserva todas las opciones, todas las probabilidades; por eso el
futuro es incierto. Pero cuando observamos un subsistema físico de los muchos que lo componen, las opciones se vuelven "reales" y, por tanto, las vemos "estructuradas".
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