43-LA
PROSPECCIÓN DE LA LÓGICA
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"Pero, en realidad hemos visto que los contenidos sensoriales
no son, en modo alguno, partes de las cosas materiales que ellos constituyen;
el sentido en que una cosa material es reducible a contenidos sensoriales
consiste, simplemente, en que es una construcción lógica y ellos son sus
elementos; y esto, como anteriormente hemos aclarado, es una proposición
lingüística que establece que decir algo acerca de ella es siempre equivalente
a decir algo acerca de ellos."
Alfred Jules Ayer (Lenguaje, verdad y
lógica)
En las proposiciones en torno a
la existencia de algo se ponen en juego todos los elementos que
intervienen en los dictámenes acerca de
si el establecimiento
subsiguiente de una ontología es o no apropiado al caso de que se trate. Pero en ciencia, cualquier dictamen
sobre conclusiones ontológicas que no tenga en cuenta una lógica de extracción empírica está llamado a fracasar. Cuando meramente se interpretan los fenómenos desde un punto de vista
exclusivamente racional, se está en un estadio inferior e insuficientemente aclarado acerca de los hechos del mundo.
En
la crítica platónica de la ciencia se quiso poner de manifiesto la contradicción en que incurre la demostración científica. Como, según Platón, ninguna demostración puede
desarrollarse hasta el infinito, la ciencia esta obligada a presuponer los principios en sus demostraciones o, dicho de otro modo, hay
que admitir un
elemento indemostrable y, por tanto, incapaz de responder enteramente al ideal del método demostrativo ya
que es preciso incluir un elemento indemostrable. En
toda demostración, pues, se incluye una contradicción interna proveniente de un principio que es
indemostrable. Y esa contradicción es, precisamente, la demostración
dialéctica de la necesidad de la propia dialéctica.
Consecuentemente, como ninguna demostración deductiva esta en condiciones de
demostrar las verdades primeras o principios, la argumentación dialéctica es una forma de
demostración que se aplica de una manera formal a autoproclamarse una ciencia cuyo
método no es propio de ninguna otra. Por eso Platón dice, que "la filosofía en tanto
que tiene que ser ciencia no puede aceptar el método de una ciencia subordinada,
como es por ejemplo, la matemática".
Pero
el contexto en el
que se desarrollaron las ideas platónicas
era el de la Grecia clásica, en el
que la ciencia experimental tenía muy escaso
predicamento. De ahí que el patrimonio esencial del pensamiento consistiese
en una
determinación, y fuera la dialéctica, la que efectivamente, mostrase como el concepto se determina a
sí mismo por medio de su propia negación interna. La composición interna
de la
dialéctica no sólo no podía ser esquematizada en orden a su representación,
si no que estaba dotada de un propio carácter
específico que permitía su contraposición, tanto al método de las ciencias, como al de la antigua metafísica.
Hoy sabemos que en cuanto a la ciencia matemática, que es la utilización
simbólica de un
lenguaje, no precisa más para su correcta elaboración que la instrumentación de
éste eludiendo las incompatibilidades
con el análisis de si mismo. También
sabemos que ni
las
proposiciones de la filosofía, ni en un sentido platónico, las oposiciones de la dialéctica tratan de proposiciones empíricas relativas a
cómo los
individuos emplean realmente las palabras, sino que, más bien, tienen que ver con las consecuencias lógicas de
las
convenciones lingüísticas. Pero en lo que concierne a la ciencia, ésta, en
sus numerosas manifestaciones disciplinarias, está libre de las restricciones según las cuales se limita al estudio de un corpus que, por
muy diverso, múltiple y disperso que sea su campo de estudio, le caracteriza (o mejor, le caracterizaba en el pasado) lo finito y cerrado de su
contenido.
Es
cierto que habrá quien diga que nada se puede establecer y que todo es interpretación o, para ser más exactos, opinión.
A eso se podría responder con palabras de
Aristóteles (quien, por otra parte, tenía ideas "poco platónicas")
diciendo que "si una ciencia incluye
proposiciones que pueden ser objeto de la dialéctica, ello sucede en la medida en que la ciencia contiene
opiniones." Es decir, afinando el argumento, diremos que
la ciencia será más depurada en la
medida en que se apoye en proposiciones empíricas autoconsistentes o
verificables empíricamente, quedando así la dialéctica relegada
a un
subsidiario papel de sometimiento a examen pero no con un interés refutador, sino
clarificador. Para ello, idealmente al menos, la gramática debería
referirse a las propiedades sensibles de las cosas empleando expresiones o frases que den la impresión de un afianzamiento en que la representación de esas cosas tiene algo en común o es complementaria con otras descripciones,
(en distintos lenguajes), que pudieran hacerse acerca de ellas.
Consideremos un ejemplo (pero no uno cualquiera, sino el que sirve de paradigma
fundamental) como es el del lema central de
"la lucha por la vida" en la teoría de la evolución.
Aquí se plantea un agudo problema, que, sin duda, Darwin
estimó de interés prioritario abordarlo correctamente. Es
cierto que en este espinoso asunto parece, a primera vista, que el planteamiento que por fuerza ha de realizarse es
puramente dialéctico. Si los componentes
animales de las especies "luchan con algo o alguien"
podríamos recurrir a Heráclito en busca de ayuda.
Éste nos sugiere que "lo contrario se pone de acuerdo, y de lo diverso
surge la más hermosa armonía, pues todas las cosas se originan en la
discordia". La
afirmación antedicha nos confirma no solamente que Heráclito ha sido calificado
con justicia de oscuro, sino que tampoco nos puede
servir de guía para movernos con soltura dentro de un modelo que se refiera a la historia de la vida, supuestamente alejado de los modelos absolutamente
deterministas tan habituales en ciencia.
Tratando de sortear esta dificultad, Schrödinger
ferviente darwinista, reemplaza el lema aludido por el de "lucha contra la adversidad",
procurando, sin duda, evitar la entrada en terrenos
dialécticos. Pero a pesar de su encomiable
intento, no deja de caer en cierta ambigüedad
lógica, ya que tan adversa a la vida de una especie puede ser una circunstancia
climático-geológica del medio, como una circunstancia biológica, pongamos por caso, otra especie
coexistente con la
primera y depredadora
de ella.
Darwin solventó el problema no enfrentándose a él de una manera directa, sino impregnando toda su obra de una retórica muy afín a la utilizada por
Empédocles. Uno
de los
aspectos más interesantes de la doctrina del filósofo de Agrigento es la forma en que adopta y desarrolla la idea de
la evolución de los organismos a partir del tronco común que constituyen los "cuatro elementos fundamentales" y antes que eso, en
partículas pequeñísimas, como unos principios homeoméricos más básicos, construidos a partes
iguales. Durante muchos siglos las ideas de
este filósofo estuvieron postergadas, pero fueron rehabilitadas por los enciclopedistas y sobre todo por
Buffon. También fueron recogidas por el abuelo de Darwin, Erasmus Darwin, estudioso de los fenómenos
empedoclianos y evolucionista confeso, quién
influyó decisivamente sobre su nieto Charles a
la hora de escribir éste, El origen de las especies.
El pensamiento de
Empédocles fue modelo del gran poeta latino Lucrecio, y se puede considerar realmente importante por
tres motivos, a saber: 1) Su doctrina es en muchos aspectos una vía intermedia entre la concepción estática de
Parménides y la pluralista y dinámica de Heráclito,
ya que hace hincapié en la existencia de la unidad del ser bajo la presencia de formas variadas, múltiples y aun opuestas;
2) Es el reconocido
"inventor" (aunque tal vez el impulsor decisivo fuera su discípulo Gorgias) de la retórica, si es que
eso es algo que pueda inventarse, y no, más bien, descubrirse; 3) Poseía una mentalidad evolutiva,
según la cual "no hay
nacimiento ni muerte absolutos, sino
sólo mezclas y disoluciones
alternativas de elementos".
Reflexionando sobre posibles manifestaciones de carácter
retórico dentro de las estructuras biológicas nos viene la idea de la capacidad para el mantenimiento de la constancia en las funciones de un organismo, o en las interacciones entre
los individuos
de una
comunidad logrados por los más simples sistemas físico-químicos (la homeóstasis). Tales
cosas se consiguen mediante una serie de actividades que se equilibran recíprocamente, es
decir, se autoajustan frente a las condiciones no estables del medio y en beneficio de la propia estructura que forman. Claro que esos sistemas son simples, pero en la generalidad del mundo biológico en el que "comer y no ser comido" parece la base del desenvolvimiento
animal, la confusión impera y no parece evidente una
retórica del desarrollo de la vida. Ha llegado incluso a hablarse de un "darwinismo social" por extrapolación
(¿deliberada?) de la idea de los más aptos a los
más fuertes. Se discute al respecto si
Darwin lo sugirió o
no lo sugirió de forma más o menos velada. Es
verdad, que en su obra El origen del hombre, se excedió
en sus proyecciones ideológicas de la teoría que con
estricta asepsia científica había expuesto anteriormente en El origen de las especies. Sea como fuere, rápidamente
sus ideas calaron hondo y fue jaleado por los máximos representantes de su tiempo del liberalismo económico,
como Ricardo, Malthus, Spencer, etc. No se
puede dejar de reconocer que también hoy en día los ultraliberales de turno, aunque no lo admitan
expresamente, tienen a Darwin por uno de los "santos" de su devoción. Es inevitable que toda teoría tenga consecuencias
imprevisibles en cuanto a aceptación por parte de los que se identifican con ella, o de rechazo por sus
detractores; eso ni la refuerza ni la invalida en cuanto a sus valores intrínsecos.
Precisamente en lo que se sobrepasó Darwin fue en el sentido de su retórica
evolutiva, aunque otros aprovecharon para llevar el "agua a su molino" de la argumentación
dialéctica. Pero eso constituye una secuela de
desagradables efectos con derivaciones o trasvases a algunas ciencias sociales, que no sabemos hasta que punto, merece ser tenida en cuenta en su extensa labor
científica.
Sí puede objetarse, en cambio, como hace el gran lógico
estadounidense W. V. Quine, que la retórica no sea un método de la lógica. Ciertamente
así es, pero podemos responder en defensa de
nuestra idea que tampoco la dialéctica es un método en sí de la lógica, sino un desarrollo, muchas veces frustrado, de la captación
intelectual de la misma. Por otra parte,
la
retórica tiene de ventajoso que es un método prospectivo de la lógica, ya
que se mantiene en todo momento la hipótesis del "mundo real" en el que no hay contradicciones u oposiciones en el orden lógico, sino
situaciones fácticas. Mediante la retórica, por
ejemplo, se hace acopio de probabilidades causales y posterior indagación
sobre los
fundamentos homeostáticos del acontecer biológico.
Si en la muy conocida teoría de Darwin sustituimos las "pequeñas
variaciones accidentales" como artífices de la evolución por las mutaciones
(expresión acuñada por De Vríes) o forma de saltos cuánticos en biología, vemos que éstos
pueden heredarse tan perfectamente como los caracteres inalterados originales. Todo depende de que el nuevo ajuste encaje en la
lógica del proyecto colectivo de
la
especie de que se trate. No todas las mutaciones son
admitidas con
facilidad. En realidad, son muy pocas las que consiguen ser
admitidas ya que gracias a la prospección azarosa (retórica)
de las
posibilidades de
todas ellas,
se ejerce una criba continua por parte del
sistema génico que las depura, elimina o
incorpora. No obstante, puede asegurarse que
aquella mutación que refuerce el "tesoro hereditario" de una especie será incorporada
sin dificultades y no será vista como herética o intrusa en el acervo genético.
Más que la "lucha por la vida", lo que rige los diversos
comportamientos de todos los seres vivos es el interés que tienen por perseverar en su existencia o, diciéndolo de otro modo, por "el amor que se tienen a si
mismos" (otro
concepto de Empédocles). A la larga, el acervo genético de
todas las
especies se va enriqueciendo por todas las mutaciones acumuladas que son positivas para él, en el aspecto existencial. Éstas, aunque son adquiridas individualmente, son susceptibles de
insertarse en toda su hermandad colectiva por entrecruzamiento genético.
Hay que resaltar que un procedimiento científico que desmenuza los fenómenos procurando
encontrar la
lógica de los
hechos que los
conforman, se diferencia de cualquier otro
procedimiento filosófico que se ocupa de esencias, no sólo en sus objetivos sino en sus métodos. Todo hecho es la respuesta comprobada a un interrogante, mientras
que la
intuición de esencias "podría" ser un hecho, pero para ello deberían
proporcionarse a la vez los medios de comprobación. Así,
una
interpretación posible (e incluso subjetiva) de la retórica de un acopio de hechos compatibles/incompatibles con otros hechos,
tendría que dar paso a otra interpretación
dialéctica (ciencia
de lo verosímil,
según Aristóteles) de hechos compatibles/incompatibles con esencias,
intenciones y
significaciones, pero para ello habría que aclarar
previamente esas supuestas verdades, porque lo que si es cierto es que no vienen dadas intrínsecamente y no son evidentes por si
mismas.
No se trata, por supuesto,
de hacer una distinción entre filosofía y ciencia pero sí que
habría que distinguir entre sugerir o plantear hipótesis que atañen a los aspectos especulativos
y lógicos
de la
ciencia, y otro
tipo de cuestiones como son las del desarrollo de las relaciones lógicas de esas hipótesis y sus implicaciones.
Dado que este último tipo de actividades suelen
realizarlas
tanto los
científicos como los filósofos debemos subrayar lo
superfluo que resulta hacer afirmaciones
especulativas que puedan entrar en conflicto con otras afirmaciones especulativas de la ciencia. El movimiento dialéctico
pretende aventurarse en campos que se encuentran fuera del propósito de la investigación
científica, al pretender
trasladar los
datos primarios a un nivel superior a través de su negación y su crítica radicales.
Así, mientras que la dialéctica no tiene nada que ver con la ontología, pues no
deja al
objeto libre en su ser, sino que lo instrumentaliza en el mismo momento de su conocimiento imprimiéndole una dinámica
intencional, la retórica, como teoría de la argumentación, trata de perfeccionar los datos primarios descubriendo más sucesiones de
identidades que lo confirmen.
François Jacob, en su libro La lógica de lo viviente, expresa en algunas paginas como epistemólogo las dos maneras de
considerar la
historia de una ciencia, la biología. Una es concibiéndola fundamentalmente como una sucesión de ideas y como la genealogía de éstas. Es cuestión de seguir el hilo que ha
guiado el pensamiento hasta llegar a las teorías hoy vigentes. "Esta historia se hace, por así
decir, a contracorriente, por extrapolación del presente al pasado. Se busca el
antecedente de la hipótesis en curso, después el antecedente propiamente dicho
y así sucesivamente.
En esta manera de obrar, las ideas adquieren independencia. Se comportan un poco como
seres vivos. Nacen, engendran, mueren. Al tener valor de explicación tienen
también poder de contagio y de invasión".
Hay, sin embargo, otra
manera de concebir la biología y es bajo la forma del "campo de lo posible". Un mismo objeto puede encontrarse ubicado en haces de
intensiones totalmente diferentes, que pueden constituir otras tantas líneas de
desarrollo posibles para una situación en un entramado retórico de coherencia explicativa. F. Jacob
nos dice que "cada época se caracteriza de lo posible que definen no sólo las teorías o las creencias
vigentes, sino también la naturaleza misma de los objetos accesibles al análisis, los medios para estudiarlos, la manera de estudiarlos o de hablar de ellos. La lógica sólo puede actuar dentro de esa zona. Las
ideas se mueven en los límites así establecidos, es ahí donde se contrastan y se oponen."
El carácter retórico de un "campo de
posibilidades" se manifiesta en la forma de su definición y delimitación múltiples. En ella intervienen aspectos como puede
ser la
opinión, la
ideología y
otros muchos más, que van desde las características de los instrumentos utilizados hasta la descripción y la observación
mediante lenguajes o discursos diversos. A
ese respecto, el
filósofo belga de origen polaco Chaim Perelman ha centrado su interés en el problema de los juicios de valor. Tales juicios,
relacionados con las afinidades electivas de orden moral, político, social,
jurídico, filosófico, etc., no son
formalizables. En esos campos cargados de la ideología del poso del tiempo, no se puede apelar a una rigurosa evidencia
lógica. Pero si se puede hacer un esfuerzo para liberar los juicios de valor del dogmatismo, la irracionalidad y la violencia que se traduzca en una
lógica de la persuasión que
Perelman fundamenta en el cultivo de la racionalidad y la tradición histórica, y que cabe situar junto
a la vieja lógica de la demostración.
Tampoco debemos olvidarnos, claro está, de la propia naturaleza de los objetos estudiados. Lo verdaderamente importante de esta manera de proceder es el "paso a paso"
y mediante
tanteos. Así se pueden construir o inventar hipótesis
que, aunque no lleguen a ser absolutamente ciertas, puedan seguir inspirándonos
en el
planteamiento y desarrollo de otras, después de haber realizado las correcciones que
sean necesarias.
La esencia de la ciencia
contemporánea, (o de la filosofía) y consiguientemente, de los tratamientos epistemológicos o gnoseológicos de la realidad,
actualmente, es el análisis no la síntesis. Se observa en todas partes
la utilidad de la disposición de
conceptos equivalentes a los de "campos de posibilidades" como medio de poder
analizar con
mayor eficacia. Quiere decirse que se
recurre en las disciplinas del conocimiento a una u otra forma de la imaginación, investigando los elementos de un problema y qué posibilidades hay de encontrarle una solución dentro de
un área de multiplicidades diferenciadas o incluso divergentes.
Es verdad que, como dice Aristóteles, también en la retórica se da un entimema aparente,
cuando no hay probabilidad en sentido absoluto, sino relativo a algo. Pero hemos de añadir nosotros que eso no es algo que se
haga deliberadamente; en todo caso, es una cuestión de afinamiento en
la
concepción de las proposiciones lógicas, mientras que, ya de entrada, en la confrontación entre
dos artefactos lógicos diferentes tan propio de la
dialéctica, no se reproduce ninguna clase de
esquemas unívocos de la naturaleza. Podemos
considerar el
entimema en el sentido
que ha prevalecido desde la Edad Media hasta la actualidad, es decir, por el
significado del
silogismo en el que una de las premisas no es formulada explícitamente, lo que implica la utilización de una lógica subsumida evidente o cuasievidente, si bien no debe ser
despreciado el significado original aristotélico, que lo formulaba como un silogismo retórico
formado por premisas probables cuyo fin es la persuasión razonada.
La lógica, en
definitiva, que es lo que nos interesa, tiene
que ver en gran parte con las operaciones que muestran que un estado preciso de la naturaleza se sigue
(o no) de otro, según la sucesión necesitante de sus relaciones implicantes o explícitamente
determinativas. Más que las cosas, son sus relaciones, es
decir, los
hechos los
objetos del
conocimiento. Incluso, podría decirse, que el fin del conocimiento consiste
en su conformidad con los hechos. A ese respecto, disponer
de un
repertorio de relaciones necesitantes (tal como nos dice Ayer) o conjunto
retórico de ellas, resulta muy conveniente a la hora de ser habilidosos urdiendo teorías y consecuencias.
Porque no es preciso que las ciencias
naturales deban esperar a que la filosofía
dé el "visto bueno" a soluciones a
problemas de inducción que pudieran presentarse. En el futuro serán válidas
cualesquiera de las generalizaciones empíricas derivadas de experiencias
pasadas. Naturalmente, todo ello deberá estar siempre
aderezado de las comprobaciones oportunas. Dichas comprobaciones están
orientadas únicamente a ratificar la autoconsistencia de la forma de procedimiento científico que permite hacer
predicciones con éxito.
Debemos aclarar que no hay más método de la lógica que la lógica misma, y que si bien el nexo riguroso entre
premisas y
conclusión se basa en ella estrictamente, en una generalidad de casos, la complejidad de la situación contextual de la razón humana (no de la naturaleza, por
supuesto) distorsiona la elección de
premisas y
la
obtención subsiguiente de conclusiones, que seguirán siendo lógicas, pero, eso
si, lógicamente fallidas si no se procede con cuidado. La lógica de la naturaleza "no
tiene" fallos porque su contorno retórico y en el que las premisas (o de otro modo, llamémoslas situaciones condicionantes) "toman cuerpo" no
es nunca ambiguo. La ambigüedad es un subjetivismo antropocéntrico derivado de la ausencia real de conocimiento acerca de la naturaleza. Ésta, por
su parte, se presenta siempre en contextos fácticos, y cuando decimos tal cosa
acerca de ella, también se incluye la duda filosófica sobre la forma adecuada de
encarar el problema de la inducción a que se encuentran sometidos algunos epistemólogos.
Las premisas que
seleccionamos de nuestro almacén retórico de posibilidades conclusivas
son hechas por alguna razón que consideramos
lógica, lo
que no nos impide estimar que para que la conclusión sea verdadera es necesario
que las premisas lo sean realmente. No es el caso general de los sucesos naturales, en los que la prospección
retórico-azarosa de las situaciones condicionantes que llevan a un resultado (en una sucesión de contextos transitivos) se da, no por ninguna razón
más o menos dubitativa, sino por una lógica causal tan decisivamente fáctica como la de las consecuencias que se derivan del desarrollo de la misma.
El más notorio de los objetivos de la lógica en su
aplicación a la ciencia y al discurso cotidiano es, por tanto, y según lo expuesto, la elección
justificada (o
lo que es lo mismo, bien razonada
y con soporte empírico)
de las
premisas y
la
crítica de la
inferencia, es decir, procurando adecuar ambas cosas al mero nexus effectivus que tiene lugar en la naturaleza, sin
analogías con
una base subjetiva de
enlaces fundados en representaciones de la misma. La retórica trataría, en cambio, de la inspección cuidadosa de todas las circunstancias (aquí
tendrían cabida los aspectos coadyuvantes a la consecución de nuestros objetivos, como, por ejemplo, las similitudes, las analogías, las metáforas, etc.) que
refuerzan o arropan la lógica empleada.
Con todo esto quiere decirse que mientras que el nexo entre premisas y conclusiones se basa
pura y simplemente
en la
lógica, la
elección de
las premisas y, consecuentemente, la obtención de
conclusiones, no tienen su fundamento en ella, sino en el contexto retórico en el que ambas están ubicadas, y es teniendo en cuenta ese dato como la aplicación de la lógica puede
extenderse a dominios más amplios y distintos de si misma.
Adelaida Giménez Hidalgo Claraboya Benítez Haya de Mareas, lee: El hombre es un sistema cerrado, la Tierra. ¿No está termodinámicamente condenada a un tristísimo estado de equilibrio final?...No lo creo. No lo creo en absoluto,...según I P
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