martes, 10 de enero de 2012

43- La prospección de la lógica





43-LA PROSPECCIÓN DE LA LÓGICA

                              õ

            "Pero, en realidad hemos visto que los contenidos sensoriales no son, en modo alguno, partes de las cosas materiales que ellos constituyen; el sentido en que una cosa material es reducible a contenidos sensoriales consiste, simplemente, en que es una construcción lógica y ellos son sus elementos; y esto, como anteriormente hemos aclarado, es una proposición lingüística que establece que decir algo acerca de ella es siempre equivalente a decir algo acerca de ellos."

Alfred Jules Ayer (Lenguaje, verdad y lógica)


                   En las proposiciones en torno a la existencia de algo se ponen en juego todos los elementos que intervienen  en los dictámenes acerca de si el establecimiento subsiguiente de una ontología es o no apropiado al caso de que se trate. Pero en ciencia, cualquier dictamen sobre conclusiones ontológicas que no tenga en cuenta una lógica de extracción empírica está llamado a fracasar. Cuando meramente se interpretan los fenómenos desde un punto de vista exclusivamente racional, se está en un estadio inferior e insuficientemente aclarado acerca de los hechos del mundo.
                   En la crítica platónica de la ciencia se quiso poner de manifiesto la contradicción en que incurre la demostración científica. Como, según Platón, ninguna demostración puede desarrollarse hasta el infinito, la ciencia esta obligada a presuponer los principios en sus demostraciones o, dicho de otro modo, hay que admitir un elemento indemostrable y, por tanto, incapaz de responder enteramente al ideal del método demostrativo ya que es preciso incluir un elemento indemostrable. En toda demostración, pues, se incluye una contradicción interna proveniente de un principio que es indemostrable. Y esa contradicción es, precisamente, la demostración dialéctica de la necesidad de la propia dialéctica. Consecuentemente, como ninguna demostración deductiva esta en condiciones de demostrar las verdades primeras o principios, la argumentación dialéctica es una forma de demostración que se aplica de una manera formal a autoproclamarse una ciencia cuyo método no es propio de ninguna otra. Por eso Platón dice, que "la filosofía en tanto que tiene que ser ciencia no puede aceptar el método de una ciencia subordinada, como es por ejemplo, la matemática".
                   Pero el contexto en el que se desarrollaron las ideas platónicas era el de la Grecia clásica, en el que la ciencia experimental tenía muy escaso predicamento. De ahí que el patrimonio esencial del pensamiento consistiese en una determinación, y fuera la dialéctica, la que efectivamente, mostrase como el concepto se determina a sí mismo por medio de su propia negación interna. La composición interna de la dialéctica no sólo no podía ser esquematizada en orden a su representación, si no que estaba dotada de un propio carácter específico que permitía su contraposición, tanto al método de las ciencias, como al de la antigua metafísica.
                   Hoy sabemos que en cuanto a la ciencia matemática, que es la utilización simbólica de un lenguaje, no precisa más para su correcta elaboración que la instrumentación de éste eludiendo las incompatibilidades con el análisis de si mismo. También sabemos que ni las proposiciones de la filosofía, ni en un sentido platónico, las oposiciones de la dialéctica tratan de proposiciones empíricas relativas a cómo los individuos emplean realmente las palabras, sino que, más bien, tienen que ver con las consecuencias lógicas de las convenciones lingüísticas. Pero en lo que concierne a la ciencia, ésta, en sus numerosas manifestaciones disciplinarias, está libre de las restricciones según las cuales se limita al estudio de un corpus que, por muy diverso, múltiple y disperso que sea su campo de estudio, le caracteriza (o mejor, le caracterizaba en el pasado) lo finito y cerrado de su contenido.
                   Es cierto que habrá quien diga que nada se puede establecer  y que todo es interpretación o, para ser más exactos, opinión. A eso se podría responder con palabras de Aristóteles (quien, por otra parte, tenía ideas "poco platónicas") diciendo que "si una ciencia incluye proposiciones que pueden ser objeto de la dialéctica, ello sucede en la medida en que la ciencia contiene opiniones." Es decir, afinando el argumento, diremos que la ciencia será más depurada en la medida en que se apoye en proposiciones empíricas autoconsistentes o verificables empíricamente, quedando así la dialéctica relegada a un subsidiario papel de sometimiento a examen pero no con un interés refutador, sino clarificador. Para ello, idealmente al menos, la gramática debería referirse a las propiedades sensibles de las cosas empleando expresiones o frases que den la impresión de un afianzamiento en que la representación de esas cosas tiene algo en común o es complementaria con otras descripciones, (en distintos lenguajes), que pudieran hacerse acerca de ellas.
                   Consideremos un ejemplo (pero no uno cualquiera, sino el que sirve de paradigma fundamental) como es el del lema central de "la lucha por la vida" en la teoría de la evolución. Aquí se plantea un agudo problema, que, sin duda, Darwin estimó de interés prioritario abordarlo correctamente. Es cierto que en este espinoso asunto parece, a primera vista, que el planteamiento que por fuerza ha de realizarse es puramente dialéctico. Si los componentes animales de las especies "luchan con algo o alguien" podríamos recurrir a Heráclito en busca de ayuda. Éste nos sugiere que "lo contrario se pone de acuerdo, y de lo diverso surge la más hermosa armonía, pues todas las cosas se originan en la discordia". La afirmación antedicha nos confirma no solamente que Heráclito ha sido calificado con justicia de oscuro, sino que tampoco nos puede servir de guía para movernos con soltura dentro de un modelo que se refiera a la historia de la vida, supuestamente alejado de los modelos absolutamente deterministas tan habituales en ciencia.
                   Tratando de sortear esta dificultad, Schrödinger ferviente darwinista, reemplaza el lema aludido por el de "lucha contra la adversidad", procurando, sin duda, evitar la entrada en terrenos dialécticos. Pero a pesar de su encomiable intento, no deja de caer en cierta ambigüedad lógica, ya que tan adversa a la vida de una especie puede ser una circunstancia climático-geológica del medio, como una circunstancia biológica, pongamos por caso, otra especie coexistente con la primera y depredadora de ella.
                   Darwin solventó el problema no enfrentándose a él de una manera directa, sino impregnando toda su obra de una retórica muy afín a la utilizada por Empédocles. Uno de los aspectos más interesantes de la doctrina del filósofo de Agrigento es la forma en que adopta y desarrolla la idea de la evolución de los organismos a partir del tronco común que constituyen los "cuatro elementos fundamentales" y antes que eso, en partículas pequeñísimas, como unos principios homeoméricos más básicos, construidos a partes iguales. Durante muchos siglos las ideas de este filósofo estuvieron postergadas, pero fueron rehabilitadas por los enciclopedistas y sobre todo por Buffon. También fueron recogidas por el abuelo de Darwin, Erasmus Darwin, estudioso de los fenómenos empedoclianos y evolucionista confeso, quién influyó decisivamente sobre su nieto Charles a la hora de escribir éste, El origen de las especies.
                   El pensamiento de Empédocles fue modelo del gran poeta latino Lucrecio, y se puede considerar realmente importante por tres motivos, a saber: 1) Su doctrina es en muchos aspectos una vía intermedia entre la concepción estática de Parménides y la pluralista y dinámica de Heráclito, ya que hace hincapié en la existencia de la unidad del ser bajo la presencia de formas variadas, múltiples y aun opuestas; 2) Es el reconocido "inventor" (aunque tal vez el impulsor decisivo fuera su discípulo Gorgias) de la retórica, si es que eso es algo que pueda inventarse, y no, más bien, descubrirse; 3) Poseía una mentalidad evolutiva, según la cual "no hay nacimiento ni muerte absolutos, sino sólo mezclas y disoluciones alternativas de elementos".
                   Reflexionando sobre posibles manifestaciones de carácter retórico dentro de las estructuras biológicas nos viene la idea de la capacidad para el mantenimiento de la constancia en las funciones de un organismo, o en las interacciones entre los individuos de una comunidad logrados por los más simples sistemas físico-químicos (la homeóstasis). Tales cosas se consiguen mediante una serie de actividades que se equilibran recíprocamente, es decir, se autoajustan frente a las condiciones no estables del medio y en beneficio de la propia estructura que forman. Claro que esos sistemas son simples, pero en la generalidad del mundo biológico en el que "comer y no ser comido" parece la base del desenvolvimiento animal, la confusión impera y no parece evidente una retórica del desarrollo de la vida. Ha llegado incluso a hablarse de un "darwinismo social" por extrapolación (¿deliberada?) de la idea de los más aptos a los más fuertes. Se discute al respecto si Darwin lo sugirió o no lo sugirió de forma más o menos velada. Es verdad, que en su obra El origen del hombre, se excedió en sus proyecciones ideológicas de la teoría que con estricta asepsia científica había expuesto anteriormente en El origen de las especies. Sea como fuere, rápidamente sus ideas calaron hondo y fue jaleado por los máximos representantes de su tiempo del liberalismo económico, como Ricardo, Malthus, Spencer, etc. No se puede dejar de reconocer que también hoy en día los ultraliberales de turno, aunque no lo admitan expresamente, tienen a Darwin por uno de los "santos" de su devoción. Es inevitable que toda teoría tenga consecuencias imprevisibles en cuanto a aceptación por parte de los que se identifican con ella, o de rechazo por sus detractores; eso ni la refuerza ni la invalida en cuanto a sus valores intrínsecos.
                   Precisamente en lo que se sobrepasó Darwin fue en el sentido de su retórica evolutiva, aunque otros aprovecharon para llevar el "agua a su molino" de la argumentación dialéctica. Pero eso constituye una secuela de desagradables efectos con derivaciones o trasvases a algunas ciencias sociales, que no sabemos hasta que punto, merece ser tenida en cuenta en su extensa labor científica.
                   Sí puede objetarse, en cambio, como hace el gran lógico estadounidense W. V. Quine, que la retórica no sea un método de la lógica. Ciertamente así es, pero podemos responder en defensa de nuestra idea que tampoco la dialéctica es un método en sí de la lógica, sino un desarrollo, muchas veces frustrado, de la captación intelectual de la misma. Por otra parte, la retórica tiene de ventajoso que es un método prospectivo de la lógica, ya que se mantiene en todo momento la hipótesis del "mundo real" en el que no hay contradicciones u oposiciones en el orden lógico, sino situaciones fácticas. Mediante la retórica, por ejemplo, se hace acopio de probabilidades causales y posterior indagación sobre los fundamentos homeostáticos del acontecer biológico.
                   Si en la muy conocida teoría de Darwin sustituimos las "pequeñas variaciones accidentales" como artífices de la evolución por las mutaciones (expresión acuñada por De Vríes) o forma de saltos cuánticos en biología, vemos que éstos pueden heredarse tan perfectamente como los caracteres inalterados originales. Todo depende de que el nuevo ajuste encaje en la lógica del proyecto colectivo de la especie de que se trate. No todas las mutaciones son admitidas con facilidad. En realidad, son muy pocas las que consiguen ser admitidas ya que gracias a la prospección azarosa (retórica) de las posibilidades de todas ellas, se ejerce una criba continua por parte del sistema génico que las depura, elimina o incorpora. No obstante, puede asegurarse que aquella mutación que refuerce el "tesoro hereditario" de una especie será incorporada sin dificultades y no será vista como herética o intrusa en el acervo genético.
                   Más que la "lucha por la vida", lo que rige los diversos comportamientos de todos los seres vivos es el interés que tienen por perseverar en su existencia o, diciéndolo de otro modo, por "el amor que se tienen a si mismos" (otro concepto de Empédocles). A la larga, el acervo genético de todas las especies se va enriqueciendo por todas las mutaciones acumuladas que son positivas para él, en el aspecto existencial. Éstas, aunque son adquiridas individualmente, son susceptibles de insertarse en toda su hermandad colectiva por entrecruzamiento genético.
                   Hay que resaltar que un procedimiento científico que desmenuza los fenómenos procurando encontrar la lógica de los hechos que los conforman, se diferencia de cualquier otro procedimiento filosófico que se ocupa de esencias, no sólo en sus objetivos sino en sus métodos. Todo hecho es la respuesta comprobada a un interrogante, mientras que la intuición de esencias "podría" ser un hecho, pero para ello deberían proporcionarse a la vez los medios de comprobación. Así, una interpretación posible (e incluso subjetiva) de la retórica de un acopio de hechos compatibles/incompatibles con otros hechos, tendría que dar paso a otra interpretación dialéctica (ciencia de lo verosímil, según Aristóteles) de hechos compatibles/incompatibles con esencias, intenciones y significaciones, pero para ello habría que aclarar previamente esas supuestas verdades, porque lo que si es cierto es que no vienen dadas intrínsecamente y no son evidentes por si mismas.
                   No se trata, por supuesto, de hacer una distinción entre filosofía y ciencia pero sí que habría que distinguir entre sugerir o plantear hipótesis que atañen a los aspectos especulativos y lógicos de la ciencia, y otro tipo de cuestiones como son las del desarrollo de las relaciones lógicas de esas hipótesis y sus implicaciones. Dado que este último tipo de actividades suelen realizarlas tanto los científicos como los filósofos debemos subrayar lo superfluo que resulta hacer afirmaciones especulativas que puedan entrar en conflicto con otras afirmaciones especulativas de la ciencia. El movimiento dialéctico pretende aventurarse en campos que se encuentran fuera del propósito de la investigación científica, al pretender trasladar los datos primarios a un nivel superior a través de su negación y su crítica radicales. Así, mientras que la dialéctica no tiene nada que ver con la ontología, pues no deja al objeto libre en su ser, sino que lo instrumentaliza en el mismo momento de su conocimiento imprimiéndole una dinámica intencional, la retórica, como teoría de la argumentación, trata de perfeccionar los datos primarios descubriendo más sucesiones de identidades que lo confirmen.
                   François Jacob, en su libro La lógica de lo viviente, expresa en algunas paginas como epistemólogo las dos maneras de considerar la historia de una ciencia, la biología. Una es concibiéndola fundamentalmente como una sucesión de ideas y como la genealogía de éstas. Es cuestión de seguir el hilo que ha guiado el pensamiento hasta llegar a las teorías hoy vigentes. "Esta historia se hace, por así decir, a contracorriente, por extrapolación del presente al pasado. Se busca el antecedente de la hipótesis en curso, después el antecedente propiamente dicho y así sucesivamente. En esta manera de obrar, las ideas adquieren independencia. Se comportan un poco como seres vivos. Nacen, engendran, mueren. Al tener valor de explicación tienen también poder de contagio y de invasión".
                   Hay, sin embargo, otra manera de concebir la biología y es bajo la forma del "campo de lo posible". Un mismo objeto puede encontrarse ubicado en haces de intensiones totalmente diferentes, que pueden constituir otras tantas líneas de desarrollo posibles para una situación en un entramado retórico de coherencia explicativa. F. Jacob nos dice que "cada época se caracteriza de lo posible que definen no sólo las teorías o las creencias vigentes, sino también la naturaleza misma de los objetos accesibles al análisis, los medios para estudiarlos, la manera de estudiarlos o de hablar de ellos. La lógica sólo puede actuar dentro de esa zona. Las ideas se mueven en los límites así establecidos, es ahí donde se contrastan y se oponen."
                   El carácter retórico de un "campo de posibilidades" se manifiesta en la forma de su definición y delimitación múltiples. En ella intervienen aspectos como puede ser la opinión, la ideología y otros muchos más, que van desde las características de los instrumentos utilizados hasta la descripción y la observación mediante lenguajes o discursos diversos. A ese respecto, el filósofo belga de origen polaco Chaim Perelman ha centrado su interés en el problema de los juicios de valor. Tales juicios, relacionados con las afinidades electivas de orden moral, político, social, jurídico, filosófico, etc., no son formalizables. En esos campos cargados de la ideología del poso del tiempo, no se puede apelar a una rigurosa evidencia lógica. Pero si se puede hacer un esfuerzo para liberar los juicios de valor del dogmatismo, la irracionalidad y la violencia que se traduzca en una lógica de la persuasión que Perelman fundamenta en el cultivo de la racionalidad y la tradición histórica, y que cabe situar junto a la vieja lógica de la demostración. Tampoco debemos olvidarnos, claro está, de la propia naturaleza de los objetos estudiados. Lo verdaderamente importante de esta manera de proceder es el "paso a paso" y mediante tanteos. Así se pueden construir o inventar hipótesis que, aunque no lleguen a ser absolutamente ciertas, puedan seguir inspirándonos en el planteamiento y desarrollo de otras, después de haber realizado las correcciones que sean necesarias.
                   La esencia de la ciencia contemporánea, (o de la filosofía) y consiguientemente, de los tratamientos epistemológicos o gnoseológicos de la realidad, actualmente, es el análisis no la síntesis. Se observa en todas partes la utilidad de la disposición de conceptos equivalentes a los de "campos de posibilidades" como medio de poder analizar con mayor eficacia. Quiere decirse que se recurre en las disciplinas del conocimiento a una u otra forma de la imaginación, investigando los elementos de un problema y qué posibilidades hay de encontrarle una solución dentro de un área de multiplicidades diferenciadas o incluso divergentes.
                   Es verdad que, como dice Aristóteles, también en la retórica se da un entimema aparente, cuando no hay probabilidad en sentido absoluto, sino relativo a algo. Pero hemos de añadir nosotros que eso no es algo que se haga deliberadamente; en todo caso, es una cuestión de afinamiento en la concepción de las proposiciones lógicas, mientras que, ya de entrada, en la confrontación entre dos artefactos lógicos diferentes tan propio de la dialéctica, no se reproduce ninguna clase de esquemas unívocos de la naturaleza. Podemos considerar el entimema en el sentido que ha prevalecido desde la Edad Media hasta la actualidad, es decir, por el significado del silogismo en el que una de las premisas no es formulada explícitamente, lo que implica la utilización de una lógica subsumida evidente o cuasievidente, si bien no debe ser despreciado el significado original aristotélico, que lo formulaba como un silogismo retórico formado por premisas probables cuyo fin es la persuasión razonada.
                   La lógica, en definitiva, que es lo que nos interesa, tiene que ver en gran parte con las operaciones que muestran que un estado preciso de la naturaleza se sigue (o no) de otro, según la sucesión necesitante de sus relaciones implicantes o explícitamente determinativas. Más que las cosas, son sus relaciones, es decir, los hechos los objetos del conocimiento. Incluso, podría decirse, que el fin del conocimiento consiste en su conformidad con los hechos. A ese respecto, disponer de un repertorio de relaciones necesitantes (tal como nos dice Ayer) o conjunto retórico de ellas, resulta muy conveniente a la hora de ser habilidosos urdiendo teorías y consecuencias. Porque no es preciso que las ciencias naturales deban esperar a que la filosofía dé el "visto bueno" a soluciones a problemas de inducción que pudieran presentarse. En el futuro serán válidas cualesquiera de las generalizaciones empíricas derivadas de experiencias pasadas. Naturalmente, todo ello deberá estar siempre aderezado de las comprobaciones oportunas. Dichas comprobaciones están orientadas únicamente a ratificar la autoconsistencia de la forma de procedimiento científico que permite hacer predicciones con éxito.
                   Debemos aclarar que no hay más método de la lógica que la lógica misma, y que si bien el nexo riguroso entre premisas y conclusión se basa en ella estrictamente, en una generalidad de casos, la complejidad de la situación contextual de la razón humana  (no de la naturaleza, por supuesto) distorsiona la elección de premisas y la obtención subsiguiente de conclusiones, que seguirán siendo lógicas, pero, eso si, lógicamente fallidas si no se procede con cuidado. La lógica de la naturaleza "no tiene" fallos porque su contorno retórico y en el que las premisas (o de otro modo, llamémoslas situaciones condicionantes) "toman cuerpo" no es nunca ambiguo. La ambigüedad es un subjetivismo antropocéntrico derivado de la ausencia real de conocimiento acerca de la naturaleza. Ésta, por su parte, se presenta siempre en contextos fácticos, y cuando decimos tal cosa acerca de ella, también se incluye la duda filosófica sobre la forma adecuada de encarar el problema de la inducción a que se encuentran sometidos algunos epistemólogos.
                   Las premisas que seleccionamos de nuestro almacén retórico de posibilidades conclusivas son hechas por alguna razón que consideramos lógica, lo que no nos impide estimar que para que la conclusión sea verdadera es necesario que las premisas lo sean realmente. No es el caso general de los sucesos naturales, en los que la prospección retórico-azarosa de las situaciones condicionantes que llevan a un resultado (en una sucesión de contextos transitivos) se da, no por ninguna razón más o menos dubitativa, sino por una lógica causal tan decisivamente fáctica como la de las consecuencias que se derivan del desarrollo de la misma.
                   El más notorio de los objetivos de la lógica en su aplicación a la ciencia y al discurso cotidiano es, por tanto, y según lo expuesto, la elección justificada (o lo que es lo mismo, bien razonada y con soporte empírico) de las premisas y la crítica de la inferencia, es decir, procurando adecuar ambas cosas al mero nexus effectivus que tiene lugar en la naturaleza, sin analogías con una base subjetiva de enlaces fundados en representaciones de la misma. La retórica trataría, en cambio, de la inspección cuidadosa de todas las circunstancias (aquí tendrían cabida los aspectos coadyuvantes a la consecución de nuestros objetivos, como, por ejemplo, las similitudes, las analogías, las metáforas, etc.) que refuerzan o arropan la lógica empleada.
                   Con todo esto quiere decirse que mientras que el nexo entre premisas y conclusiones se basa pura y simplemente en la lógica, la elección de las premisas y, consecuentemente, la obtención de conclusiones, no tienen su fundamento en ella, sino en el contexto retórico en el que ambas están ubicadas, y es teniendo en cuenta ese dato como la aplicación de la lógica puede extenderse a dominios más amplios y distintos de si misma.   
    

1 comentario:

  1. Adelaida Giménez Hidalgo Claraboya Benítez Haya de Mareas, lee: El hombre es un sistema cerrado, la Tierra. ¿No está termodinámicamente condenada a un tristísimo estado de equilibrio final?...No lo creo. No lo creo en absoluto,...según I P

    ResponderEliminar